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“La educación tradicional no resuelve problemas reales”: Frank Locker

Este arquitecto de la Universidad de Harvard considera que los espacios son claves para la mejorar la calidad educativa. Asegura que el conocimiento no debe fragmentarse por materias y que moverse, en vez de tomar notas, es vital para el aprendizaje efectivo.

María Paulina Baena Jaramillo
21 de abril de 2016 - 04:11 a. m.

El arquitecto Frank Locker, profesor de la Universidad de Harvard, recuerda una anécdota que le reiteró la importancia de lo que él llama “hacer las cosas para aprender”. Ocurrió cuando visitó una pequeña escuela en San Francisco. Al recorrer las instalaciones observó unas pequeñas sillas que habían construido niños de segundo grado. Al preguntarle al rector por la razón de esas sillas, su respuesta fue fascinante: “Nuestro objetivo curricular es enseñarles el cuerpo humano, el sistema estructural y el sistema muscular”.

Para hacer las sillas, los niños habían tenido que observar cuidadosamente cómo se comporta el cuerpo humano, cuál diseño era funcional y cuál no. Un ejercicio así era más efectivo que unos afiches de anatomía colgados sobre un tablero, que señalaban cada parte del organismo y que más tarde los niños debían memorizar para completar un quiz.

Ese concepto y otros que dicta en su cátedra “Los ambientes de aprendizaje para el mañana” serán algunos de los temas que tratará Locker durante el encuentro que se lleva a cabo hoy en la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. El evento Aula 360º busca conectar los espacios arquitectónicos con la pedagogía y mostrar alternativas para una educación actualizada con el siglo XXI.

¿Qué relación encuentra entre la arquitectura y la educación?

Estamos cambiando el modelo de enseñanza para que sea más efectivo para los estudiantes. Mucha de nuestra infraestructura está basada en un modelo de hace 100 años. Esto implica una camisa de fuerza para el tipo de aprendizaje que queremos que suceda, tanto para alumnos como para profesores.

Si pensamos en buenos espacios para aprender, en Colombia sucede lo contrario: salones en malas condiciones, espacios cerrados, pocas zonas verdes, y aun así hay niños sobresalientes. ¿Por qué?

Lo que sabemos sobre enseñar y aprender es que, en infraestructura, se requiere de un árbol, para que dé sombra, y de un profesor. No necesitamos nada más, en la teoría. Hay factores que atan a los niños sin importar qué tan aburrido es su ambiente de trabajo. Hay niños que, en las condiciones más difíciles, son sobresalientes porque se sienten recompensados de estar ahí, pero son pocos. Es nuestra responsabilidad hacer que el aprendizaje sea atractivo para todos.

¿Cuánto tiempo hace falta para lograr el tránsito de una educación tradicional a una más atractiva?

Es más fácil y más rápido cambiar el mobiliario en un colegio o su infraestructura que trabajar con los profesores. Pero si sólo se cambia lo primero y se olvida lo segundo, el modelo de enseñanza sigue siendo el antiguo, adaptado con cosas nuevas. Si no hacemos entrenamiento con ellos van a entrar al salón y preguntarán: “¿Quién puso todo este vidrio aquí?”, y lo taparían con mapas y afiches para que nadie viera qué hacen. Harían que un edificio nuevo luzca como uno viejo.

Usted trabajará con algunos colegios del Distrito. ¿Cuál es su plan?

Lo que estamos haciendo con los colegios distritales es que, en vez de trabajar en salones aislados que estaban cerrados y no tienen conexión entre sí, ahora existan espacios donde los estudiantes puedan aprender en múltiples locaciones y los profesores puedan enseñar en varios espacios. Vamos a rediseñar edificios y haremos de seis a diez nuevos edificios en colegios distritales, basados en el modelo actual.

¿Cuál es el cambio de chip que tienen que hacer los profesores?

Lo que hemos visto del pasado es que tenemos profesores excluidos por especialidades en diferentes oficinas. Eso lo estamos cambiando y tenemos oficinas interdisciplinarias donde se comparten especialidades. El diálogo va a ser diferente. Lo que los hace comunes serán los estudiantes, no los contenidos.

¿Esto está ligado al pensamiento creativo del que usted habla?

Sí. La idea es que los profesores se conviertan en guías y facilitadores para que los estudiantes creen su propio conocimiento. Ese es un gran cambio en el pensamiento y rompe la manera como los profesores han sido entrenados tradicionalmente.

¿De qué manera el espacio, la luz y las zonas verdes afectan el aprendizaje colaborativo?

Todos los salones eran iguales en el pasado. Es como tener una caja de herramientas y que todas fueran destornilladores. Eso está bien si necesitamos un destornillador, pero no está bien si no lo necesitamos. Estamos buscando espacios interrelacionados donde haya martillos, taladores, alicates y, claro, destornilladores.

¿Cómo llegó a la conclusión de que estos espacios son efectivos para aprender?

Una de las cosas que nos dicen estos espacios es cómo opera el cerebro. Según las investigaciones mentales, los cerebros de las personas se apagan cuando se quedan quietos. Por ejemplo, el cerebro de un adulto puede permanecer una hora quieto hasta que se apaga, el de un adolecente puede permanecer 30 minutos, y el de un niño de primaria sólo puede resistir 15. Tomar notas es igual a quedarse quietos. En cambio, moverse en los espacios no lo es. Por eso hemos dispuesto espacios físicos que comulgan con lo que la investigación en cerebros nos dice ahora que es importante: moverse para poder aprender.

¿Cómo ha cambiado la educación de un tiempo para acá?

Antes se enseñaba el contenido por materias. Ahora tenemos que mirar cómo otras herramientas como internet nos hacen más sabios para tomar mejores decisiones.

¿Cuál es la mirada que deben dar los educadores a internet?

Gracias a internet, el profesor no tiene que dar el contenido nunca más, no es el emisor del contenido. Hay mucha información afuera y es imposible saberla toda. Hace 150 años a los educadores se les ocurrió la idea de fragmentar en pedazos pequeños el conocimiento para que pudiera manejarse separadamente y fuera asimilado por el estudiante. Se dictaban por aparte ciencias, matemáticas, historia, español, pero nunca le pusimos cuidado a cómo el conocimiento se solapa, cómo se relaciona en el mundo real.

¿A qué se refiere con “el mundo real”?

En la educación del siglo XXI queremos que el conocimiento sea interdisciplinario e integrado. Queremos que la comunicación esté en el corazón de la enseñanza, que los estudiantes sean colaborativos, que se abra el pensamiento crítico y que se resuelvan problemas.

¿Cree que los estudiantes no saben resolver problemas?

No lo hemos hecho bien en habilidades críticas ni en resolver problemas reales, pero sí en memorización y en respuestas únicas. Queremos que nuestros estudiantes sean creativos e innovadores. Pero no le pusimos cuidado a esto en el pasado.

¿Cómo se enseña la colaboración y cuál es el reto de pensar integralmente?

Si queremos enseñar colaboración, no podemos hacerlo cuando los estudiantes trabajan solos o cuando están sentados en filas. El modelo mobiliario tradicional ha sido de mesas aisladas para que no se hablen los unos con los otros. Antes, en el siglo XIX, no teníamos idea de lo que pasaba al otro lado del muro. Hoy queremos hacer el aprendizaje visible.

¿La idea es que toda la educación siga por esta línea disruptiva?

Los estudiantes deben aprender en la modalidad que se ajuste a su aprendizaje y que sea más efectiva. Si el aprendizaje es activo, van a aprender más, y mientras sea más pasivo, van a aprender menos. El modelo del estudiante que toma notas pasivamente mientras el profesor habla en el salón es el menos efectivo para la mayoría de los estudiantes. La mayoría de los estudiantes son mejores aprendices cuando están envueltos en un reto de trabajar en resolver un problema y tienen las herramientas y la guía de un profesor. La forma más efectiva de aprendizaje es la activa.

Por María Paulina Baena Jaramillo

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